Manifiesto sobre una contradicción.


De repente me sorprendo resistiéndome casi involuntariamente a decir lo que tengo urgencia en decir.

Y no es tan simple admitirlo en el diálogo interno, mucho menos se me puede ocurrir pensar en admitirlo hacia afuera.
Pero en tiempos donde la tensión afloja caretas y se evidencia La Posta, hay que dejar de evadir lo que a estas alturas resulta ya imposible de enmascarar.

Y es que sí, me encuentro en profunda contradicción o disputa, entre mi deseo de decir lo que quiero decir y lo que veo que se dice y hace sobre eso, y el miedo a incomodar.

Y lo que veo: 
el mercado de consumo apropiándose de los títulos y las prácticas espirituales que verdaderamente ayudan a aliviar el corazón pesado de tanto sufrimiento y haciendo de ellas un *negocio* atractivo y seductor, además de rentable por donde se le mire; 

veo ahí los famosos "vibra alto", "escucha al universo" o "sigue a tu corazón" y demás dichos de la índole que resuenan en el actual aire caldeado que nos envuelve, haciendo eco infinito en un vacío que parece evadir o ignorar la realidad real en la que vivimos;

veo ahí una exposición en góndola de las prácticas desde un ornamental romanticismo vulgar que pretende ser, en su superficie, una pedagogía de lo espiritual, pero que en el fondo no es más que un caparazón hueco cual placebo con pretensiones de ser vendido (una vez más) como una verdad absoluta y reparadora inmediata de todo daño; y veo la ilusión (luego la ansiedad y más tarde desilusión o frustración) que crea en las personas que consumen este contenido, cuando les dicen que es ESE el lugar (tan perfecto, ideal y ambicioso) al que "hay que llegar".

veo ahí la aparición en escena y el advenimiento de nuevas verdades con un gran ímpetu en ser -silenciosamente- absolutistas, separatistas, de clase, con tintes que parecieran ser semejantes a lo sectario, y de seguir adoctrinando el pensamiento cual dios cristiano, propiciando y perpetuando así la eterna entrega de poder y responsabilidad personal hacia algo que supuestamente es más poderoso y grande que unx mismx - aunque aquello tan gigante sea en verdad una imagen o apenas un intento de esbozar algo que es casi incomprensible para la mente humana (como no comprendo, endioso).
 
Y me indigno en silencio. Y conmigo misma.

Y me resisto a decir todo lo que me urge y que ahora escribo, casi sin darme cuenta de su enorme importancia para mí y de lo dañino que termina siendo reprimirlo. 
Y en realidad, toda esta resistencia recae fuertemente sobre el repudio a aportar de manera accidentada una mirada vacía sobre la espiritualidad sin asumir la responsabilidad de tomar un posicionamiento político y de consciencia social que hoy es plenamente necesario y que nos interpela a todxs por igual por el simple hecho de existir en esta tierra.
Entonces, me resisto por completo a aportar una mirada pintada de colores y brillos que generen una abstracción y evasión peligrosa respecto a la realidad tangible. Y por esta razón, por el miedo a aportarnos un accidentado vacío a nuestra existencia, callé en un silencio que ahora veo como cómplice de todo aquello.

Pero no quiero ser eso. No quiero darte eso, a vos, que te acercas a leer.

Porque no me representa esta espiritualidad de plástico, la espiritualidad que no empodera con realidad a las individualidades ni por ende a las redes que formamos; no me representa la espiritualidad egoísta y romantizada fuera de contexto.

Entonces, vislumbrando una suerte de conclusión, encuentro dos resoluciones a la contradicción primaria: 
• Uno: la espiritualidad es vacía, egoísta y por ende COMPLETAMENTE INÚTIL sin un posicionamiento político, con perspectiva de género y de amplia e inclusiva consciencia social y ambiental que la respalde, o viceversa - y ésto es plenamente necesario y urgente dejarlo en claro si realmente se desea aportar a una evolución verdadera tanto personal como colectiva;
• Dos: no esconderme más detrás de una máscara silenciosa por sentir indignación por lo que se dice y hace o no al respecto y por miedo de estallar en tu cara con todo lo que tenga para decir, cuestionando lo que quizás y sólo quizás tengas establecido como una especie de verdad y te termine por incomodar; porque silenciando mi punto de vista sólo hago que toda mi persona termine siendo peligrosamente funcional a todo lo que anteriormente insisto en denunciar y finalmente en desarticular.

Contradicción, no más. 

Coherencia.

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